Las Águedas, las Candelas y un mundo rural que no debemos perdernos

 

¿Se escapa? No por favor, que los ayuntamientos y los que viven en los pueblos o los visitan con frecuencia hagan todo lo posible porque las tradiciones se mantengan vivas. Forman parte de nuestra historia.

A menudo, se piensa en los periodos históricos como compartimentos estancos, carentes de cualquier tipo de relación los unos con los otros. Como si un «ácido sulfúrico cultural» hubiese borrado todo rastro del mundo romano durante el periodo visigodo, y de éste a su vez durante la llegada del islam. Sin embargo, muchas son las fiestas y tradiciones que, arraigadas en la población, sobreviven a los cambios de época debido a su fuerza simbólica.

Luminaria Pinilla de Jadraque.

Muchas veces, a la pregunta de ¿por qué se hace esto, o aquello?, los mayores contestan: hijo, pues porque se ha hecho siempre. Así, la costumbre de hacer una gran hoguera en el centro del pueblo para honrar a Santa Águeda, San Blas o a la Virgen de la Candelaria pasa de abuelos a nietos sin que se le pueda especificar un origen claro, más allá de algunas leyendas. Lo que sí que se puede inferir es que se trata de una tradición que se remonta a momentos previos a la llegada del cristianismo.

En la actualidad, las distintas luminarias que estos primeros días de febrero se prenden en muchos de los pueblos de la Sierra Norte de Guadalajara forman parte de una de las festividades más importantes del año, siendo varios los santos honrados. Por ejemplo, en pueblos como Beleña de Sorbe, Arbancón o Retiendas las hogueras en honor a la Candelaria son también el escenario de los bailes y las fechorías de las botargas, unos personajes coloridos y enmascarados que recorren el pueblo pidiendo aguinaldos y llamando la atención de los vecinos. Todo ello aderezado con copiosas comidas populares y la compañía de la familia y los amigos más cercanos. Además, en algún caso, la fiesta se alarga hasta el día cinco con la excusa de celebrar también Santa Águeda.

Santa Águeda

Imágen de santa Águeda, de la iglesia de Rozas de Puerto Real (Madrid).


Precisamente a Santa Águeda es a la que dedican estas festividades pueblos como Pinilla de Jadraque, Espinosa de Henares o Cogolludo, donde, además de la presencia de grandes fuegos o luminarias, destaca la importancia de la mujer. Tradicionalmente, en el día de la santa (5 de febrero) las mujeres de estos pueblos toman el control de los mismos por una jornada, obligando a los hombres a realizar una serie de pruebas, dar dinero o bailar. Antiguamente, incluso se obligaba a los maridos a quedarse en casa barriendo, algo impensable el resto del año entonces. En Cogolludo, este día el bastón de mando de la villa, históricamente ostentado por hombres, pasa a manos de una alcaldesa mayor. Sin embargo, algo que es común a todos estos festejos es la comunión de toda la población, autóctona y foránea, en un ambiente de bailes, comidas y bebidas abundantes.

Es concretamente en este último punto en el que reside la importancia y la pervivencia de estas tradiciones. La confraternización y el estrechamiento de las relaciones vecinales es la base fundamental del mundo rural que ha sido (y sigue siendo en muchos aspectos) el predominante hasta hace escasamente un siglo. Es en estas fiestas, en estas tradiciones de la Sierra Norte, donde se puede uno asomar levemente a un mundo que se escapa, pero cuyas raíces se hunden en los momentos anteriores a la historia escrita. ADEL Sierra Norte contribuye a poner de manifiesto y realzarlas en todo su esplendor.

En Rozas de Puerto Real, un pueblo de la Sierra Oeste madrileña también se celebra Santa Águeda. Debido a la Pandemia en este municipio se han suspendido todos los actos que tenían lugar en los años anteriores. Nosotros hemos presenciado preciosas jotas bailadas y cantadas a la salida de la iglesia, la procesión de la santa y participado en encuentros posteriores en el centro cultural, para degustar las famosas rosquillas de Rozas de Puerto Real y los vinos dulces de la zona.


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